Nacida en Vila Viçosa el 8 de diciembre de 1894, desde muy joven su vida estuvo marcada por varias inestabilidades, que influyeron profundamente en su obra literaria. Su vida, de sólo 36 años, fue tumultuosa, inquieta y llena de sufrimientos íntimos, que la autora supo transformar en poesía de altísima calidad, cargada de erotización y feminidad.
En 1919, y entre más de 300 estudiantes, Florbela fue una de las 14 mujeres admitidas en la Facultad de Derecho de la Universidad de Lisboa. Sin embargo, los primeros intentos de promocionar su poesía fracasaron al no conseguir atraer la atención de los críticos literarios. Florbela Espanca pasó una breve estancia en Guimarães -en noviembre de 1923- mientras se recuperaba de una recaída, durante la cual entró en contacto con algunas personas de la pequeña comunidad.
Las formas perfectas y melodiosas de su poesía retratan fielmente la vida en su plenitud, con sus victorias y derrotas, alegrías y decepciones, dichas sin vergüenza ni miedo y, por tanto, dando voz a un universo silenciado en la época por los usos y costumbres.
Irreverente, atrevida y soñadora, abrió horizontes que contribuyeron a un cambio de mentalidad sobre el papel de la mujer en la sociedad portuguesa. Su legado representa un nuevo ciclo literario desde una perspectiva femenina.
Además, fue una de las primeras mujeres en disfrutar del derecho al divorcio. No tuvo que quedarse callada ante los hombres que la hacían infeliz, no la comprendían o la maltrataban físicamente. Hasta entonces, el matrimonio era algo sagrado y duradero, e incluso cuando se aprobó la ley, durante muchos años, las mujeres divorciadas eran muy mal vistas por la sociedad. Pero a Florbela no le importaba eso, nunca le importó que dijeran cosas horribles de ella si eso le traía la posibilidad del amor verdadero.
Teniendo en cuenta su valor poético y la forma en que supo defender sus ideales, Florbela es un nombre ineludible en la cultura portuguesa, y sus obras sólo fueron reconocidas después de su muerte.