Florica Bagdasar, nació con el nombre de Ciumetti, en Monastir, en el actual territorio macedonio, en el seno de una familia macedo-rumana – rumana originaria del sur del Danubio. A causa de la Primera Guerra Mundial, la familia se trasladó mucho y, tras asistir a diferentes escuelas secundarias, se graduó en 1925 en la Facultad de Medicina de Bucarest.
En 1927 se casó con un compañero médico, Dumitru Bagdasar, con el que pronto se fue a estudiar a Estados Unidos, a la Universidad de Harvard. Allí recibió una beca Rockefeller y se especializó en neurocirugía. Tras su regreso a Rumanía, abrieron en Bucarest una clínica de neurocirugía, que dirigían en equipo. Más adelante en su trayectoria profesional, optó por especializarse en neuropsiquiatría infantil -especialidad que impulsará también durante su labor docente- y elaboró varios materiales educativos para niños.
En 1946 se convirtió en la directora del recién fundado Centro de Salud Mental de Bucarest, que dirigió según los últimos criterios científicos y en el que reunió un sólido equipo multidisciplinar para trabajar por el desarrollo de los niños con deficiencias mentales y problemas de comportamiento. Ese mismo año falleció su marido, entonces ministro de Sanidad, y fue designada para ocupar su lugar en la delegación oficial rumana en la Conferencia de Paz de París -siendo la única mujer de la delegación- y, poco después, para ocupar la función de ministra de Sanidad en el mismo gobierno hasta 1948. Así, Florica Bagdasar fue la primera mujer nombrada para dirigir un ministerio y formar parte del gobierno rumano. No fue una tarea fácil, ya que el final de la guerra trajo consigo varias crisis, pero ella las manejó todas con gran fuerza y sabiduría. Sin embargo, en 1948 fue apartada de la función gubernamental sin ninguna explicación y se inició una campaña de difamación contra ella en la prensa: sus ideas modernas se consideraban una amenaza. Poco a poco fue despojada de todas sus funciones oficiales, perdió todos sus ingresos y cayó gravemente enferma.
El año 1957 parece ofrecerle una segunda oportunidad, ya que fue nombrada vicepresidenta de la organización de la Cruz Roja en Rumanía y ocupó ese cargo durante varios años. Pero su presencia fue más bien tolerada hasta su muerte en 1978.
Su entusiasmo por las ideas científicas y políticas nuevas y revolucionarias hace de Florica Bagdasar una importante promotora del cambio, pero sus logros la convierten en embajadora de la igualdad de género y la lucha contra la discriminación.