
A los 20 años se casó con Carlos Aboim Inglez, cuyo padre había sido ministro en la I República. Ambos demócratas, su casa se convirtió en un punto de encuentro de personalidades. Cuando su marido enferma de cáncer, ella decide, con 5 hijos, licenciarse en Literatura. Se queda viuda a punto de cumplir 40 años y tiene que trabajar mucho, ya que fue perseguida por no ser católica y ser antifascista. Comienza su actividad política con el Movimiento de Unidad Democrática siendo la primera mujer en pertenecer a la comisión central (1946-1948) y posteriormente, en 1949 en el Movimiento Democrático Nacional, teniendo una activa participación en las elecciones presidenciales. Salazar utilizó contra ella dos formas de represión: no sólo el encarcelamiento, sino que fue detenida 3 veces entre 1946-1948, impidiéndole por todos los medios ganarse la vida. En 1948, se le prohibió dirigir el colegio femenino que había creado con su marido y en el que era profesora, que promovía una educación laica, progresista y social, en la que alumnos de diferentes estratos sociales se cruzaban en las mismas clases. El 11 de febrero de 1949, el colegio fue cerrado definitivamente, como represalia por el destacado papel que había asumido en la oposición al régimen. Ese mismo año el gobierno le prohibió dar clases en la Facultad de Letras y en la Escuela de Enfermería Rockefeller. En ese momento, aceptó una invitación para ir a dar clases a Brasil, vendió todas sus posesiones, pero no le permitieron ir y le quitaron el pasaporte. Alquiló un apartamento donde creó un taller de costura para trabajar y dar clases particulares para sobrevivir. Sus hijos también fueron perseguidos, porque fueron sus hijos los que llevaron a uno de ellos y a su mujer a la cárcel. Su presencia en las visitas a la cárcel marcó a una generación de familiares de presos, con su ejemplo de firmeza moral, valor cívico y dignidad en el trato con el aparato penitenciario. El último gran golpe del fascismo fue la retirada de sus derechos políticos.