En 1971, Marie-Claire Chevalier tenía 16 años cuando se quedó embarazada tras ser violada por un chico dos años mayor que ella en el instituto. La joven pidió a su madre que la ayudara a abortar. La madre recurrió a un médico clandestino, pero su hija sufrió una hemorragia que la obligó a ir al hospital. Su violador, detenido por robar un coche, decide entregarla contra su propia libertad. Ella es acusada directamente, al igual que otras cuatro mujeres, incluida su madre, ya que en 1971 la interrupción voluntaria del embarazo era ilegal en Francia y se castigaba con penas de seis meses a dos años de cárcel. Fue condenada en el juicio de Bobigny y todas fueron defendidas por la abogada Gisèle Halimi.
Gisèle Halimi hizo de este juicio y de Marie-Claire Chevalier un símbolo político del derecho al aborto. El caso marcó para siempre la historia de Francia y simbolizó un progreso real para los derechos de las mujeres. Extremadamente mediático, el juicio seguido de cerca por numerosas personalidades termina con una brillante victoria. Tres años después de esta sentencia, las cosas empezaron a moverse. Este acontecimiento contribuyó a la adopción de la ley del velo y a la legalización del aborto en Francia en 1975.
Tras sufrir mucho por este juicio, intentó suicidarse. Luego, optó por volver al anonimato cambiando su nombre. A su muerte, recibió el homenaje del Presidente de la República, Emmanuel Macron, y de asociaciones feministas.